La sociedad
contemporánea esta sustentada en una dinámica permanente de cambio y ajuste. La
personas viven llevando al cabo actividades que les demandan continuamente
adaptarse a cambios de horarios, comidas, cargas de trabajo, relaciones
personales, altibajos económicos y… todo cambio es estresante por definición.
Aun cuando sea bien
recibido, todo cambio altera la
estabilidad. Para afrontar cualquier cambio debemos entender y manejar el estrés que inevitablemente se
presenta en nuestra vida. Todos podemos regular el grado de estrés que
experimentamos, manejando la cantidad de cambio que estamos dispuestos a
tolerar.
Sin embargo es importante
entender que cualquier cambio puede
producir consecuencias tanto deseables como indeseables. Las crisis
pueden tener consecuencias positivas o negativas. Cuando atravesamos una
crisis, la consecuencia puede ser el
deterioro en nuestra capacidad de funcionar eficazmente. O, por el
contrario, puede ser un mejor funcionamiento y un mayor desarrollo de nuestras
potencialidades. Toda crisis implica
desequilibrio y cambio. Todo depende de la forma como la afrontemos y
nos sobrepongamos a ella.
Hay incluso crisis
que se pueden percibir como ataques a
nuestra misma esencia psicológica. Lo que en ese momento el destino nos
exige es una redefinición de nosotros mismos, un redescubrimiento de
significado, y una renovación de nuestro compromiso con lo que hayamos elegido
como lo más importante de nuestra vida.
El yoga nos aporta
diversas respuestas para aliviar los
síntomas del estrés, y un punto de partida sin lugar a dudas es cambiar nuestra
actitud frente a sus causas.
El punto de partida es el enfoque: el estrés viene de dentro.
Esto implica un cambio de enfoque, ya que cotidianamente asumimos que el
estrés se debe esencialmente a factores externos como nuestra actividad en el
trabajo, problemas afectivos, enfermedades crónicas, la urbanización del mundo
occidental, etcétera. Pero en el yoga sabemos que realmente lo que causa estrés
no son los problemas, son nuestra manera de verlos, el poder que le damos a los
factores que nos rodean.
Nosotros “empoderamos a los
problemas”. Y es que cada vez que me
encuentro en una "situación estresante" puedo fortalecer o debilitar
una “idea de conflicto” y recordar que no es la situación en sí que me está
estresando, es la forma en que le estoy dando poder en la forma en que la
asumo.
El estrés se
origina como resultado de los esfuerzos psicológicos que realizan las personas
para enfrentar o manejar dificultades. A
través del yoga aprendemos a observar los pensamientos que nos rodean y estamos
al tanto de cómo se originan, qué tanto son producto de nuestra experiencia o
del medio ambiente, cuánto estamos realmente implicados con los fenómenos que
nos rodean: entonces los conflictos no se vuelven causa de una intensa
agitación, sino de una permanente observación, para que la acción sea
consecuente y no alienada.
Y es que diariamente todos experimentamos pequeñas dificultades y conflictos
que consumen buena parte de nuestra energía y nuestra fortaleza psíquica.
Conflictos sencillos relacionados con nuestras metas, como decidir la prioridad
de los pagos pendientes, la organización de las actividades cotidianas, el
manejo en ciudades con tráfico intenso y estos pequeños conflictos se cuentan
entre los estresores de menor intensidad que, no obstante, tienen la capacidad
de perturbarnos por que además tienen una capacidad de acumulación, es como un
goteo permanente que llena un vaso de agua y llega el punto que el liquido se
desborda.
A los conflictos internos, se suman las emociones que no aceptamos o
aquellas emociones que son destructivas y que constituyen otra fuente interna
de estrés. Un ejemplo clásico es la ansiedad, que más que un sentimiento es un
torbellino de emociones encontradas, principalmente por fantasías catastróficas
frente a acontecimientos futuros inciertos. Por ejemplo si tengo que pagar la
tarjeta de crédito dentro de dos días y aun no tengo el dinero suficiente, el
hecho es asumido desde la angustia y genera un importante desgaste de energía a
través del estrés.
A veces sentimos ansiedad o enojo por algún acontecimiento del medio
externo, pero a veces no les permitimos a esas emociones expresarse, y siguen
mortificándonos, convirtiéndose en fuente interna de estrés. Cuando no podemos “parar”
los torbellinos de nuestra mente o liberarnos de ciertas fantasías probables o
no al futuro, quedamos atrapados en un patrón de estrés interno.
Los estresores
son pues la semillas que abonamos para generar verdaderas junglas de desgaste
energético mental y emocional. Y además el estresor demanda la respuesta de
nuestro cuerpo y, en consecuencia, éste
debe adaptarse. La demanda de nuestra respuesta corporal a cualquier estimulo
de incertidumbre o de fastidio genera un conjunto de cambios bioquímicos y físicos que se presentan en el
organismo como resultado del evento estresante, o estresor. Generamos
así, un círculo vicioso.
Cuando las
personas no tienen un entrenamiento que les permita sustraerse a los estímulos
de los objetos, entonces estos son causa de estrés, el nivel de estrés que
experimenta su organismo puede superar
a su capacidad de adaptación, lo cual lo hace vulnerable a sufrir alguna
enfermedad psicosomática. En ese momento es probable que la persona padezca las
consecuencias patológicas del gran estrés que ha experimentado y contraiga
cualquiera de una serie de enfermedades. O, si el individuo sufre ya de alguna
alteración orgánica, como por ejemplo dolores o enfermedades crónicos, su
condición puede empeorar.
El estrés es acumulativo y en puede llevar al derrumbe del organismo.
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Estrés
Negativo: se desborda, rebasa, hace daño al organismo
El yoga proporciona diversas
habilidades y certezas que nos permiten enfrentarnos
creativamente al estrés, el cual inevitablemente experimentamos. Y es que ante una situación de estrés, todo mi
organismo reacciona para bien o para mal. Si estoy estresado existe un mayor
riesgo de que se presenten alteraciones orgánicas, principalmente ante dos condiciones:
La primera como resultado de que sean infructuosas
nuestras acciones encaminadas a afrontar una situación estresante. La segunda,
aun en el supuesto de que haya afrontado con éxito algún aspecto de una
situación problemática pero que como consecuencia la persona haya tenido un colapso
físico y por tanto un desajuste real en su vida.
Nuestro organismo busca el equilibrio, y ante una situación adversa nuestro
sistema empieza a trabajar en exceso para compensar lo que ha quedado
inhabilitado.
En el yoga clásico, por ejemplo tenemos
en los primeras disciplinas (Yama) una serie de principios que se han conocido
como abstinencias, y que realmente son claves para afrontar creativa e
inteligentemente la vida, que permiten
evitar y entrenarnos para enfrentar situaciones desequilibrantes, sobre todo en
el nivel energético.
Estas claves pueden ser eficaces como protección para
asumir un estilo de vida particular y tienen como consecuencia, contra el
estrés y nos pueden ahorrar un desgaste enorme de energía que redunda en enfermedades
y dolores físicos. Cuando estamos entrenados adecuadamente antes del conflicto,
las dificultades, nos parecen muy poco estresantes. En estos casos la
probabilidad de que nuestra salud se afecte negativamente es mínima.
Por ejemplo una de estas claves es la no violencia. Pero no es una regla
moral, es una disciplina para descubrir que tanto violentamos nuestras
necesidades físicas y psicológicas, y como consecuencia, debilitamos nuestra
capacidad de respuesta ante acontecimientos que exigen de todo nuestro
potencial y habilidad.
En este sentido es importante asumir
el miedo como un sentimiento intermitente, consecuente y de relación con la
vida cotidiana, si conocemos nuestro miedo y no lo reprimimos sin conocerlo, nos hace bien, si es intermitente. Por ejemplo los artistas marciales adecuan su
miedo para poder sincronizar todas sus capacidades en el combate, si pierden el
miedo creativo, pierden su capacidad de respuesta.
Y es que el estrés intermitente nos fortalece, nos hace más potentes y más
ágiles en las posibles respuestas, al parecer, el enfrentar situaciones
de dificultad y de cierto sufrimiento forma el carácter, como lo aseguró
siempre la sabiduría popular, en la medida en que no sea continuo ni alienante.
Las personas- cuentan con dos respuestas bioquímicas al estrés: emiten grandes
cantidades de la adrenalina neurotransmisora
y de la hormona del estrés, el cortisol.
Hoy día, sabemos que los altos niveles de adrenalina se correlacionan
con un mejor rendimiento en las pruebas de matemáticas, y con los
rendimientos más altos en tareas como los de ‘tiempo de reacción en la toma de
decisiones’ o de monitoreo. Sin embargo, las personas que muestran aumentos importantes de adrenalina en
respuesta al estrés así mismo muestran ‘propensión a la neurosis y al estrés cotidiano’.
A la luz de estos conocimientos,
podemos empezar a comprender que disciplinas o prácticas como las posturas, los
mudras, la respiración y diversas técnicas de meditación son útiles porque contribuyen a reducir rápidamente la
activación dl estrés.
Cuando estamos estresados, nuestro organismo concentra sus energías y
suspende el flujo energético a otras funciones corporales menos necesarias en
ese momento para la supervivencia. El sistema nervioso simpático se
activa y libera hormonas del estrés:
adrenalina, noradrenalina y cortisona. El organismo se prepara para
luchar o para huir del estresor. Los efectos fisiológicos a nivel del sistema
nervioso simpático son variados y afectan
a la digestión, la respiración, la dinámica y la química de la sangre, los
nervios, los músculos, las glándulas, los órganos sensoriales, la saliva, las
hormonas y las respuestas al dolor y la infección. Todos estos efectos,
medidos por el sistema nervioso simpático, preparan al organismo para una
vigorosa actividad física .
En síntesis, el estrés es la respuesta no específica del organismo
a cualquier exigencia. Únicamente podemos tolerar cierta cantidad de estrés. El cansancio habitualmente nos recuerda
que debemos disminuir el ritmo de
nuestra actividad para impedir que desperdiciemos tontamente esa preciosa
energía adaptativa. El sueño y el descanso pueden ayudarnos a recuperar la resistencia y la adaptabilidad,
pero, a la larga, la máquina se descompone.
Existen tres clases: físicos, sociales y psicológicos. Entre los estresores físicos están el ruido, la
radiación, las toxinas y todas las demás substancias concretas que pueden
ejercer algún impacto en nuestro organismo. A menos que sean muy severos, con el tiempo tendemos a adaptarnos a la
mayoría de los estresores físicos.
Los estresores sociales provienen de nuestra interacción con las
demás personas o con grupos humanos de nuestro entorno. En cambio, los estresores psicológicos tienen lugar en el interior de nuestra psique y
comprenden todas las emociones como
frustración, ira, odio, celos, miedo, ansiedad, tristeza, autocompasión y
sentimientos de inferioridad.
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