viernes, 3 de febrero de 2017

Aportes del yoga respecto al estrés por Francisco García Vargas


 
La sociedad contemporánea esta sustentada en una dinámica permanente de cambio y ajuste. La personas viven llevando al cabo actividades que les demandan continuamente adaptarse a cambios de horarios, comidas, cargas de trabajo, relaciones personales, altibajos económicos y… todo cambio es estresante por definición.

Aun cuando sea bien recibido, todo cambio altera la estabilidad. Para afrontar cualquier cambio debemos entender y manejar el estrés que inevitablemente se presenta en nuestra vida. Todos podemos regular el grado de estrés que experimentamos, manejando la cantidad de cambio que estamos dispuestos a tolerar.
Sin embargo es importante entender que cualquier cambio puede producir consecuencias tanto deseables como indeseables. Las crisis pueden tener consecuencias positivas o negativas. Cuando atravesamos una crisis, la consecuencia puede ser el deterioro en nuestra capacidad de funcionar eficazmente. O, por el contrario, puede ser un mejor funcionamiento y un mayor desarrollo de nuestras potencialidades. Toda crisis implica desequilibrio y cambio. Todo depende de la forma como la afrontemos y nos sobrepongamos a ella.

 

Hay incluso crisis que se pueden percibir como ataques a nuestra misma esencia psicológica. Lo que en ese momento el destino nos exige es una redefinición de nosotros mismos, un redescubrimiento de significado, y una renovación de nuestro compromiso con lo que hayamos elegido como lo más importante de nuestra vida.

El yoga nos aporta diversas respuestas para aliviar los síntomas del estrés, y un punto de partida sin lugar a dudas es cambiar nuestra actitud frente a sus causas.

El punto de partida es el enfoque: el estrés viene de dentro.

Esto implica un cambio de enfoque, ya que cotidianamente asumimos que el estrés se debe esencialmente a factores externos como nuestra actividad en el trabajo, problemas afectivos, enfermedades crónicas, la urbanización del mundo occidental, etcétera. Pero en el yoga sabemos que realmente lo que causa estrés no son los problemas, son nuestra manera de verlos, el poder que le damos a los factores que nos rodean.

Nosotros “empoderamos a los problemas”. Y es que cada vez que me encuentro en una "situación estresante" puedo fortalecer o debilitar una “idea de conflicto” y recordar que no es la situación en sí que me está estresando, es la forma en que le estoy dando poder en la forma en que la asumo.

El estrés se origina como resultado de los esfuerzos psicológicos que realizan las personas para enfrentar o manejar dificultades.  A través del yoga aprendemos a observar los pensamientos que nos rodean y estamos al tanto de cómo se originan, qué tanto son producto de nuestra experiencia o del medio ambiente, cuánto estamos realmente implicados con los fenómenos que nos rodean: entonces los conflictos no se vuelven causa de una intensa agitación, sino de una permanente observación, para que la acción sea consecuente y no alienada.

Y es que diariamente todos experimentamos pequeñas dificultades y conflictos que consumen buena parte de nuestra energía y nuestra fortaleza psíquica. Conflictos sencillos relacionados con nuestras metas, como decidir la prioridad de los pagos pendientes, la organización de las actividades cotidianas, el manejo en ciudades con tráfico intenso y estos pequeños conflictos se cuentan entre los estresores de menor intensidad que, no obstante, tienen la capacidad de perturbarnos por que además tienen una capacidad de acumulación, es como un goteo permanente que llena un vaso de agua y llega el punto que el liquido se desborda.

A los conflictos internos, se suman las emociones que no aceptamos o aquellas emociones que son destructivas y que constituyen otra fuente interna de estrés. Un ejemplo clásico es la ansiedad, que más que un sentimiento es un torbellino de emociones encontradas, principalmente por fantasías catastróficas frente a acontecimientos futuros inciertos. Por ejemplo si tengo que pagar la tarjeta de crédito dentro de dos días y aun no tengo el dinero suficiente, el hecho es asumido desde la angustia y genera un importante desgaste de energía a través del estrés.

A veces sentimos ansiedad o enojo por algún acontecimiento del medio externo, pero a veces no les permitimos a esas emociones expresarse, y siguen mortificándonos, convirtiéndose en fuente interna de estrés. Cuando no podemos “parar” los torbellinos de nuestra mente o liberarnos de ciertas fantasías probables o no al futuro, quedamos atrapados en un patrón de estrés interno.

Los estresores son pues la semillas que abonamos para generar verdaderas junglas de desgaste energético mental y emocional. Y además el estresor demanda la respuesta de nuestro  cuerpo y, en consecuencia, éste debe adaptarse. La demanda de nuestra respuesta corporal a cualquier estimulo de incertidumbre o de fastidio genera un conjunto de cambios bioquímicos y físicos que se presentan en el organismo como resultado del evento estresante, o estresor. Generamos así, un círculo vicioso.

Cuando las personas no tienen un entrenamiento que les permita sustraerse a los estímulos de los objetos, entonces estos son causa de estrés, el nivel de estrés que experimenta su organismo puede superar a su capacidad de adaptación, lo cual lo hace vulnerable a sufrir alguna enfermedad psicosomática. En ese momento es probable que la persona padezca las consecuencias patológicas del gran estrés que ha experimentado y contraiga cualquiera de una serie de enfermedades. O, si el individuo sufre ya de alguna alteración orgánica, como por ejemplo dolores o enfermedades crónicos, su condición puede empeorar.

El estrés es acumulativo y en puede llevar al derrumbe del organismo.


     Positivo: motiva y prepara para la acción y el reto.
         Estrés
     Negativo: se desborda, rebasa, hace daño al organismo


El yoga proporciona diversas habilidades y certezas que nos permiten  enfrentarnos creativamente al estrés, el cual inevitablemente experimentamos. Y es que ante una situación de estrés, todo mi organismo reacciona para bien o para mal. Si estoy estresado existe un mayor riesgo de que se presenten alteraciones orgánicas, principalmente ante dos condiciones: La primera como resultado de que sean infructuosas nuestras acciones encaminadas a afrontar una situación estresante. La segunda, aun en el supuesto de que haya afrontado con éxito algún aspecto de una situación problemática pero que como consecuencia la persona haya tenido un colapso físico y por tanto un desajuste real en su vida.

Nuestro organismo busca el equilibrio, y ante una situación adversa nuestro sistema empieza a trabajar en exceso para compensar lo que ha quedado inhabilitado.

En el yoga clásico, por ejemplo tenemos en los primeras disciplinas (Yama) una serie de principios que se han conocido como abstinencias, y que realmente son claves para afrontar creativa e inteligentemente la vida,  que permiten evitar y entrenarnos para enfrentar situaciones desequilibrantes, sobre todo en el nivel energético.

Estas claves  pueden ser eficaces como protección para asumir un estilo de vida particular y tienen como consecuencia, contra el estrés y nos pueden ahorrar un desgaste enorme de energía que redunda en enfermedades y dolores físicos. Cuando estamos entrenados adecuadamente antes del conflicto, las dificultades, nos parecen muy poco estresantes. En estos casos la probabilidad de que nuestra salud se afecte negativamente es mínima.

Por ejemplo una de estas claves es la no violencia. Pero no es una regla moral, es una disciplina para descubrir que tanto violentamos nuestras necesidades físicas y psicológicas, y como consecuencia, debilitamos nuestra capacidad de respuesta ante acontecimientos que exigen de todo nuestro potencial y habilidad.

En este sentido es importante asumir el miedo como un sentimiento intermitente, consecuente y de relación con la vida cotidiana, si conocemos nuestro miedo y no lo reprimimos sin conocerlo, nos hace bien, si es intermitente.  Por ejemplo los artistas marciales adecuan su miedo para poder sincronizar todas sus capacidades en el combate, si pierden el miedo creativo, pierden su capacidad de respuesta.

Y es que el estrés intermitente nos fortalece, nos hace más potentes y más ágiles en las posibles respuestas, al parecer, el enfrentar situaciones de dificultad y de cierto sufrimiento forma el carácter, como lo aseguró siempre la sabiduría popular, en la medida en que no sea continuo ni alienante.

Las personas- cuentan con dos respuestas bioquímicas al estrés: emiten grandes cantidades de la adrenalina neurotransmisora y de la hormona del estrés, el cortisol.

Hoy día, sabemos que los altos niveles de adrenalina se correlacionan con un mejor rendimiento en las pruebas de matemáticas, y con los rendimientos más altos en tareas como los de ‘tiempo de reacción en la toma de decisiones’ o de monitoreo. Sin embargo, las personas que muestran aumentos importantes de adrenalina en respuesta al estrés así mismo muestran ‘propensión a la neurosis y al estrés cotidiano’.

A la luz de estos conocimientos, podemos empezar a comprender que disciplinas o prácticas como las posturas, los mudras, la respiración y diversas técnicas de meditación son útiles porque contribuyen a reducir rápidamente la activación dl estrés.

Cuando estamos estresados, nuestro organismo concentra sus energías y suspende el flujo energético a otras funciones corporales menos necesarias en ese momento para la supervivencia. El sistema nervioso simpático se activa y libera hormonas del estrés: adrenalina, noradrenalina y cortisona. El organismo se prepara para luchar o para huir del estresor. Los efectos fisiológicos a nivel del sistema nervioso simpático son variados y afectan a la digestión, la respiración, la dinámica y la química de la sangre, los nervios, los músculos, las glándulas, los órganos sensoriales, la saliva, las hormonas y las respuestas al dolor y la infección. Todos estos efectos, medidos por el sistema nervioso simpático, preparan al organismo para una vigorosa actividad física .

En síntesis, el estrés es la respuesta no específica del organismo a cualquier exigencia. Únicamente podemos tolerar cierta cantidad de estrés. El cansancio habitualmente nos recuerda que debemos disminuir el ritmo de nuestra actividad para impedir que desperdiciemos tontamente esa preciosa energía adaptativa. El sueño y el descanso pueden ayudarnos a recuperar la resistencia y la adaptabilidad, pero, a la larga, la máquina se descompone.

Existen tres clases: físicos, sociales y psicológicos. Entre los estresores físicos están el ruido, la radiación, las toxinas y todas las demás substancias concretas que pueden ejercer algún impacto en nuestro organismo. A menos que sean muy severos, con el tiempo tendemos a adaptarnos a la mayoría de los estresores físicos.

Los estresores sociales provienen de nuestra interacción con las demás personas o con grupos humanos de nuestro entorno. En cambio, los estresores psicológicos tienen lugar en el interior de nuestra psique y comprenden todas las emociones como frustración, ira, odio, celos, miedo, ansiedad, tristeza, autocompasión y sentimientos de inferioridad.

Veamos entonces una secuencia de âsanas, para afrontar el estrés

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